Para un montañero la felicidad es sentir el viento frío en sus mejillas, la roca en sus pies, la nieve entre sus dedos..., contemplar todo lo que te rodea tras una infernal ascensión.
La vida debe medirse por los momentos vividos para poder llegar al punto en el que te pares a pensar si en realidad después de cada uno de ellos, ya hayan sido buenos, malos... Hay algo, aunque sea una minúscula sensación de felicidad y amor por lo que haces. Algo que te haga levantarte pronto con frío y seguir adelante hacia la cima, esa que a menudo está más lejos de lo que uno cree, pero aún así, pasan los días y sigues sin parar porque algo dentro de ti, aunque sea una diminuta parte de tu cuerpo, sabe que llegarás a ese punto del camino que has elegido, porque tú eres quien decide hacia donde vas en todo momento.
Podrán pasar días, meses e incluso años, pero sabes que esa felicidad llegará en el momento oportuno, que dicha felicidad empezará cuando conozcas a alguien (que podría llegar a ser un pilar fundamental de tu vida), comiences algo (por duro que sea) o incluso cuando viajes. Nunca sabemos donde llegará esa felicidad pero eso la hace especial.
La vida está hecha para que cuando llegue tu hora lo pongas todo en una balanza y te repitas una y otra vez:
"He sido feliz!
No se tú! Pero yo Sí!"
